Los lugares colombinos y la puesta en valor del legado en los espacios públicos
Colombian places and the value of the legacy in public spaces
Sergio Ollero Lara
Universidad de Huelva, España
Recibido: 8/02/2022 Aceptado: 1/04/2022 Ollero Lara, Sergio, 2022. Los lugares colombinos y la puesta en valor del legado en los espacios públicos , 9(1), 71-89. doi https://doi.org/10.4995/cs.2022.17136 |
El objeto de este estudio es la puesta en valor, la actuación y adecuación de los espacios públicos desde la gestión y las políticas culturales en los Lugares Colombinos, así como su consideración como elemento indispensable para el impulso y la revalorización del patrimonio cultural, histórico y artístico relacionado con este hecho histórico y sus personajes. Aunque este viene claramente estigmatizado por las influencias políticas y sociales actuales que han manifestado los distintos puntos de vista.
Desde la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892, los espacios públicos de Huelva, Moguer, Palos de la Frontera y La Rábida han sido transformados, incorporándoles nuevos elementos, hoy patrimonio, y recuperando parte del legado olvidado. Este es un mecanismo de identidad, educación cultural y reconocimiento histórico que comenzó avalado por ser una muestra de poder, pero que ha acabado como recurso turístico y conciencia social.
Palabras clave: Lugares colombinos; espacios públicos y el americanismo; espacios públicos e identidad; Colón y América; puesta en valor del legado colombino
Abstract
The purpose of this study is the enhancement, performance and adaptation of public spaces from the cultural management and cultural policies in the Columbian Places, as well as its consideration as an essential element for the promotion and revaluation of the cultural and historical heritage and artistic related to this historical fact and its characters. Although this is clearly stigmatized by the current political and social influences that have expressed the different points of view.
Since the celebration of the IV Centenary of the Discovery of America in 1892, the public spaces of Huelva, Moguer, Palos de la Frontera and La Rábida have been transformed, incorporating new elements, today heritage, and recovering part of the forgotten legacy. This is a mechanism of identity, cultural education and historical recognition that began endorsed as a show of power but has ended up as a tourist resource and social conscience.
Keywords: Columbian places; public spaces and Americanism; public spaces and identity; Columbus and America; enhancement of the Columbian legacy
1. Introducción. Los lugares colombinos y la problemática conceptual
La partida de Cristóbal Colón y los marinos del Tinto hacia el Nuevo Mundo el 3 de agosto de 1492, marcó un hito histórico que alteró por completo el pensamiento occidental. Cambiaron las estructuras comerciales, económicas y políticas, se dio paso a nuevos modos de alimentación y de hábitos de vida, así como influyó notablemente en las artes que hoy consideramos patrimonio nuestro. Este último aspecto fue muy relevante en los «Lugares Colombinos», es decir, Huelva, La Rábida, Moguer y Palos de la Frontera. Los indianos, personas que consiguieron un importante estatus social y económico en América, pusieron gran empeño en mejorar el decoro de iglesias y monasterios locales, fundando capellanías, siendo grandes mecenas y dotando económicamente a las distintas cofradías tras su fallecimiento.
En este sentido, se produjo un influjo de «ida y vuelta», ya que muchos fueron los que emplearon su tiempo y fortuna en engrandecer el patrimonio inmueble y mueble de sus villas. En Moguer, por ejemplo, D. Pedro Gupil de Herrera fue el encargado de sufragar las obras de ampliación de la ermita de San Sebastián, adaptándola iconográfica y estructuralmente para que albergase con el mayor boato posible a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Lo mismo ocurrió en las demás iglesias de la localidad, teniendo especial interés la iglesia parroquial, donde fueron enterrados algunos de los más acaudalados personajes, y que vio incrementado el número de devociones y altares durante el siglo XVI por aquellos moguereños que habían aumentado su patrimonio en las Indias. Entre otros muchos casos, podemos citar la capilla de San Juan Bautista, mandada a construir en 1573 por Juan Alonso Cota, arcediano de Cuzco, también el altar de San Miguel, sufragado por Antón García y en el que participaron Juan de Oviedo, Pedro Villegas y Juan Saucedo, o el altar de la Virgen de la Antigua, que recibió tributos de Francisco Hernández, que dio poder a su esposa mientras vivía en México para que vendiese algunas propiedades y otorgase el dinero a esta capilla (Díaz Domínguez 2005: 534-535).
En contraposición, la arquitectura y las artes de estos lugares tuvieron una gran influencia en América, siendo el caso más representativo el monasterio de Santa Clara de Moguer. El intercambio de riquezas favoreció la construcción, el adecentamiento y la magnitud de estos inmuebles. La presencia de moguereños en América incidió notablemente en los conceptos arquitectónicos y estilísticos de los nuevos edificios religiosos y civiles, especialmente en dos lugares: el valle de México y Tunja (Colombia). La ciudad colombiana fue fundada 1539 por el conquistador Gonzalo Suárez Rendón, quien había servido al emperador Carlos V (Moreno Acero 1982: 134-135). A partir de entonces comienza un proceso de crecimiento muy rápido traducido en la llegada de los Franciscanos (1539), Dominicos (1540) y el rango de ciudad (1541). Posteriormente, también llegarían los Agustinos y los Jesuitas.
Ilustración 1. El monasterio de Santa Clara de Moguer. Autor: Jesús Miguel Marchena
Durante el siglo XVI serán numerosos los moguereños que viajen y se instalen en este lugar, el más célebre es el nieto homónimo de Pedro Alonso Niño, codescrubridor de América. Su presencia pudo ser vital en la influencia arquitectónica del monasterio de Santa Clara en cuatro edificios de Tunja: el convento de Santa Clara la Real, el convento de Santo Domingo, la casa del capitán y fundador de la ciudad Gonzalo Suárez Rendón y la antigua residencia de la Compañía de Jesús. Teniendo como principal lazo el claustro de las Madres del cenobio moguereño, siguiendo los cánones arquitectónicos y estilísticos del arte nazarí. Santa Clara de Moguer tuvo desde su fundación (1337) un gran influjo de la maestría con la que los artistas desarrollaban aún trabajos en el reino de Granada, visible en la sillería del coro y en otros elementos como la propia arquitectura. Probablemente, este esquema constructivo fuese utilizado por primera vez en una construcción cristiana en Moguer.
Retornando a 1492, el primer viaje colombino o descubridor dejó un enorme legado material e inmaterial que se intenta poner en valor desde las administraciones locales, desde el propio acontecimiento hasta alguno de los personajes más relevantes entre los que se encuentran Cristóbal Colón, la familia Pinzón de Palos y los Niño de Moguer. Esta preocupación nace en torno al año 1892, coincidiendo con la conmemoración del IV Centenario de América, y tuvo el impulso definitivo un siglo más tarde con el Plan Colón 92. El resultado es un valioso conjunto de restauraciones, construcciones, esculturas, pinturas y bienes culturales de distinta tipología que han alterado la visión de los espacios públicos en Huelva, Palos, La Rábida y Moguer, y que hoy son foco de distintas interpretaciones históricas, políticas y sociales.
Por un lado, encontramos la problemática surgida desde los propios países iberoamericanos con el concepto «Descubrimiento de América». Abordar los viajes colombinos se ha convertido en un asunto espinoso y laborioso, empezando por la terminología y continuando por lo que parece ser el uso obligado de los estigmas sociales actuales aplicados a hace más de quinientos años. Es lógico y evidente que Colón y sus hombres no fueron los primeros que pisaron el continente americano, allí residían desde siglos atrás civilizaciones y tribus autóctonas, pero eso no supone que para el europeo y su concepto del mundo fue todo un descubrimiento geográfico, además de los nuevos saberes, costumbres, comestibles, construcciones y lugares hasta entonces desconocidos. Del mismo modo que las propias civilizaciones americanas descubrieron también, nuevas lenguas, construcciones o vestimentas.
La misma corriente que pone en duda el uso del concepto «descubrimiento» en este hito histórico, ha tendido a considerar a sus partícipes en auténticos enemigos, primero como arma política y posteriormente como diana social. El mejor de los ejemplos es lo ocurrido con algunas de las esculturas de Cristóbal Colón que se repartían por toda la geografía de América Latina y también en España. Esta situación divide a la población y a los propios expertos en patrimonio, por un lado, puede considerarse la destrucción del patrimonio de ciudades y la supresión de un acontecimiento histórico y, por otro lado, los que defienden que solo se trata de elementos conmemorativos de memoria histórica y que deben quedar a expensas de los movimientos sociales.
La UNESCO define patrimonio cultural como: «I)los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; II) los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia; III) los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico».
La gran diferencia entre las perspectivas comentadas anteriormente puede explicarse atendiendo a sus ideas esenciales. En el caso de aquellos que entienden que todas las obras artísticas no son patrimonio y, por lo tanto, en este caso podemos diferenciar entre el hito histórico y la conmemoración (Castillo Ruiz, J, 2021: 3-38), entienden que sí la sociedad no ha tenido una apropiación de ese patrimonio ni se identifica con él, deben suprimirse esos elementos conmemorativos. Por otro lado, estamos lo que entendemos que pueden conjugarse ambos, una escultura conmemorativa también se ha convertido con el paso del tiempo en patrimonio de la ciudad (dependiendo de cada caso individualmente), ya que la sociedad ha procedido a conocer la historia de esos personajes, independientemente de las connotaciones sociales actuales, y lo identifica con el hito histórico en cuestión. En definitiva, hay una comprensión social a través de la experiencia.
Esta situación versa en algunas ocasiones debido a algunas prácticas políticas y movimientos sociales como en el caso de las esculturas de Cristóbal Colón en América. En este caso, hubo un reconocimiento institucional y social previo que dio paso a esa conmemoración, acusando una apropiación en la identidad local y, por lo tanto, convirtiéndose en un elemento patrimonial. Sí en la actualidad esa apropiación ha desaparecido, ¿aquellos expertos que tutelan el patrimonio donde deben posicionarse? ¿Tutelando aquello que fue patrimonio? ¿Posicionándose cerca de los movimientos sociales? ¿Atendiendo las medidas políticas?
Como he comentado, esta situación difiere mucho dependiendo de cada marco local y regional. En Huelva, donde el Descubrimiento de América está muy arraigado en la sociedad y en las políticas culturales ambas discusiones están obviadas: el término «descubrimiento» sigue muy vigente tanto en los discursos museográficos, como de investigación, así como en el día a día de la población local. Asimismo, el uso de los espacios públicos para la puesta en valor del legado americano está más vivo que nunca como veremos a continuación. Esta introducción no pretende más que ofrecer las dos visiones que colisionan en el americanismo y en el propio ámbito patrimonial, ofreciendo un recorrido que viene dar un mayor valor a la identidad con el hito histórico, con América y con sus personajes de la población local de los «Lugares Colombinos».
Ilustración 2. Monumento a la Fe Descubridora (Huelva). Foto: Jesús Miguel Marchena
2. Los inicios del modelo (1892-1992)
La puesta en valor del legado americano florece años antes de la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América (1892). Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la remembranza y preocupación por los acontecimientos históricos no fue centro de interés de las autoridades civiles y de la sociedad, y ni mucho menos estaban presentes los conceptos de educar, musealizar y proteger los bienes culturales materiales e inmateriales de cada localidad. Esta memoria colombina coincide con la creación y auge decimonónico de los grandes museos nacionales y la utilización, en cierta medida, de la historia y el patrimonio para dar una gran muestra del poder de la nación.
Una sociedad más concienciada y preocupada que siglos atrás, al igual que las propias autoridades, fue esencial para que en 1892 se diera un paso importante hacia la admiración de la gesta de Cristóbal Colón y los marinos de localidades como Moguer, Palos, Huelva o Trigueros, entre otras muchas. En el ámbito académico, aumentaron considerablemente los estudios sobre América y se celebró en Madrid (1891) el IV Congreso Internacional de Americanistas. En el plano social, se fundó la Real Sociedad Colombina Onubense (1880) en la que participaron algunos ilustres como José Marchena Colombo, Luis Bayo Hernández-Pinzón y Luis Hernández-Pinzón Álvarez. También puso gran esmero años más tarde Eustaquio Jiménez Mantecón, hermano mayor del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez. Asimismo, en 1882 tuvieron lugar las primeras Fiestas Colombinas en Huelva.
El folclore y la participación ciudadana vino muy vinculada al impulso político, tanto a nivel local como regional y nacional. Hay que tener en cuenta la fundación en 1885 de la Unión Iberoamericana, también la visita del rey Alfonso XII al monasterio de Santa María de la Rábida (1882). Todo ello auspiciado por una comisión creada por Real Decreto para tal efeméride y que, entre otras decisiones, impulsaron varios monumentos que son hoy de gran interés, como el Arco del Triunfo en Barcelona y el conjunto escultórico de Isabel la Católica y Cristóbal Colón en Granada. No fueron los únicos, ocurrió lo propio con el levantamiento del monumento a Colón en Cartagena (1882), Madrid (1885) o Barcelona (1888). Otra de las medidas estrella fueron las exhibiciones culturales como la Exposición Universal de Barcelona (1888), la Exposición Histórico-americana de Madrid (1892) y la Exposición Histórico-Europea celebrada también en la capital de España ese mismo año.
Ilustración 3. Monumento a los Descubridores. Foto: Jesús Miguel Marchena
Esto es solo alguna muestra de todas las actividades y medidas tomadas en torno al IV Centenario, pero nos vamos a centrar en aquellas acometidas en los espacios públicos de los Lugares Colombinos. En La Rábida se erigió el Monumento a los Descubridores, una de las piezas más representativas de la conmemoración colombina. La Diputación de Huelva aprovechó la cesión de unos terrenos que pertenecían a la Casa de Alba, encargándole el proyecto al arquitecto Ricardo Velázquez Bosco en 1875. Se trata de una obra de notables dimensiones y atractivo que se ubica en la zona más alta del paraje de La Rábida, y que emerge sobre un pedestal hexagonal de varios cuerpos con tres amplias escalinatas. Sobre este pedestal se sostiene una columna toscana, lisa en sus dos tercios superiores, mientras que el tercio inferior queda dividido, mediante listeles, en cuatro franjas anulares. Las dos inferiores revelan relieves alegóricos de la gesta descubridora, obra de Manuel Echegoyán, mientras que los dos superiores solo están texturizados, probablemente nos encontramos ante una obra inacabada.
La base de la columna es hexagonal y tiene una mayor anchura, posee una puerta de acceso hasta la parte superior de la misma. La pieza queda rematada por una corona y un globo terráqueo con una cruz. El proyecto inicial también incluía las proas de las carabelas, en tamaño reducido, en el balconcillo del pedestal, pero que desaparecieron poco tiempo después de su inauguración (Utrera Gómez, R, 2007: 62). Entre 1963 y 1967 fue restaurado por Luis Martínez-Feduchi, quedando la obra muy alterada e incluyendo una placa en el basamento de la columna:
«AÑO DE MIL OCHOCIENTOS NOVENTA Y DOS REINANDO DON ALFONSO XIII BAJO LA REGENCIA DE SU MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA DE AUSTRIA CON MOTIVO DEL CUARTO CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y PARA QUE AQUÍ CONMEMORE SIEMPRE TAN FECUNDO Y GLORIOSO SUCESO ERIGIO ESPAÑA ESTA COLUMNA QUE DOMINA (EL) SITIO DESDE DONDE LAS NAVES DE COLON SALIERON AL OCEANO EN BUSCA DEL DESCONOCIDO CONTINENTE EL DOCE DE OCTUBRE DE 1(9)6(7) DIA DE LA HISPANIDAD SIENDO JEFE DEL ESTADO ESPAÑOL S.E. EL GENERALISIMO D(O)N FRANCISCO FRANCO BAHAMON(TES) EL INTITUTO DE CULTURA HISPANICA DIO FIN A LA RESTAURACIÓN DE ESTE MONUMENTO».
Su mal estado de conservación y la intrusiva restauración de Martínez-Feduchi obligó a las autoridades, tras ser declarado Bien de Interés Cultural en el año 2008, a acometer una nueva restauración que finalizó en el año 2014. En esta intervención se recuperó gran parte de la fisonomía de la obra original de Velázquez Bosco, incluyendo de nuevo elementos como el globo terráqueo y la corona, así como se hallaron tres cabezas talladas que representaban a indios nativos americanos de origen taíno, azteca y maya, que se encontraban enterradas bajo el monumento.
Ilustración 4. Detalle cabezas talladas. Foto: Jesús Miguel Marchena
En torno a él se ha realizado a lo largo de los años un minucioso trabajo de acondicionamiento del espacio. El monumento se encuentra en una zona ajardinada rodeada de pinos, mientras que desde su escalinata delantera se tiene acceso a una amplia avenida peatonal con palmeras y elementos cerámicos conmemorativos como los escudos de los países iberoamericanos y un calendario azteca donado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana en el año 1982. Esta vía conduce hasta el Muelle de la Reina y la ribera del Tinto, donde se encuentra el Muelle de las Carabelas.
El Muelle de la Reina fue proyectado para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América y con el fin de servir como embarcadero de La Rábida, conservando aún el influjo estilístico de Velázquez Bosco. Fue la Diputación Provincial de Huelva la encargada de solicitar al ministerio de Fomento su construcción a comienzos del año 1891, siendo el propio ministro quien propuso que se presentase un proyecto de construcción de un muelle de hierro. Aunque a comienzos de 1892 estaban muy adelantadas las obras, dirigido por el ingeniero Molín, este nunca debió de concluirse, ya que a finales de ese mismo año se señalaba la existencia de un muelle de madera sufragado por la Sociedad Colombina que fue restaurado por Velázquez Bosco. Tiene enorme interés en el conjunto la escultura del Ícaro del Triunfo, entregada por el pueblo argentino en 1926 en conmemoración del vuelo del Plus Ultra que tuvo lugar entre Palos de la Frontera y Buenos Aires (Ropero-Regidor 1992: 138).
El mismo año que fue inaugurado el Monumento a los Descubridores en el paraje de La Rábida, fue construido en Palos de la Frontera el Muelle de la Calzadilla. Este se encuentra ubicado a cientos de metros de la población, en el camino rural que une a la localidad con La Rábida siguiendo la senda del río Tinto. En 1926 pasó a la historia por ser el lugar desde donde partió el hidroavión Plus Ultra, que realizó la primera travesía aérea entre España y América.
Por último, la Casa Colón que fue bautizada así tras la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América, aunque inicialmente fue construida como hotel entre 1881 y 1883. El encargado de realizarla fue el arquitecto José Pérez Santamaría que tuvo a bien fusionar el estilo modernista que imperaba en la época con las corrientes arquitectónicas clásicas de Gran Bretaña, en alusión a la pujante situación de Huelva gracias a las minas y la llegada de británicos, y el estilo colonial en referencia a la Huelva descubridora. El resultado fue un edificio singular que durante una década sirvió de hotel para empresarios y trabajadores que llegaban a la ciudad debido al negocio de las minas, especialmente de Reino Unido y Alemania. Asimismo, nació con la idea de poder ser una de las sedes durante la celebración de la efeméride colombina, bautizándose como Hotel Cristóbal Colón.
Tras la conmemoración de 1892, cambia su nombre a Casa Colón y se convierte en un espacio de oficinas y residencias de la Rio Tinto Company Limited, manteniendo este uso hasta 1930 cuando quiebra la empresa, pasando a propiedad municipal. Durante décadas el edificio presentará un abandono que desembocó en la desaparición del pabellón norte. Situación que se mantiene hasta la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América en 1992, cuando el Ayuntamiento de Huelva decide restaurarlo y acondicionarlo para oficinas, salas de exposiciones o el propio archivo municipal, así como fue acompañado de la construcción de un nuevo palacio de congresos y aparcamientos.
Como vemos, entre 1892 y 1992 existe cierta evolución de estos espacios colombinos de nueva construcción y que vendrán acompañados de otros elementos conmemorativos. Esto viene ocasionado por la creciente preocupación por enaltecer el hito histórico y a sus personajes. Entre los más destacados están la edificación de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida, actual sede de la Universidad Internacional de Andalucía, y que desde su origen (1943) se caracterizó por el estudio de temas americanistas, y el Monumento a la Fe Descubridora (Huelva).
Este último está ubicado a unos cuatro kilómetros de Huelva en el lugar denominado como Punta del Sebo. La idea de erigir un monumento a Cristóbal Colón en las proximidades de Palos de la Frontera fue del abogado y financiero norteamericano W.H. Page, quién visitó los lugares colombinos en el año 1917. Años más tarde, en 1926, Page propuso la idea en el banquete conmemorativo del Columbus Day celebrado en Filadelfia, acogido con gran entusiasmo y predisposición por todos los asistentes, entre ellos la escultora G.V. Whitney, acordando constituir una fundación para que fuesen los ciudadanos norteamericanos los que sufragasen el monumento al Almirante, recibiendo el nombre de “Columbus Memorial Fundation Inc.”. Siendo bien recibida la iniciativa por parte de los Reyes de España y parte de la sociedad americana.
La escultura de Cristóbal Colón fue realizada por Gertrudis V. Whitney, artista neoyorquina que pretendió realizar una representación plástica, heroica y alegórica de la Fe Descubridora, y no un mero retrato realista de Cristóbal Colón. En la composición destaca el mayor interés por el simbolismo, el concepto y la armonía sobre la severa simplicidad e hieratismo de la escultura. El almirante aparece representado de pie, envuelto en un manto que cubre su cabeza que mira hacia el océano, y abraza una cruz en forma de “T”. La imagen descansa sobre un pedestal en forma de prisma truncado de sección cuadrangular, hueco en su interior para contener una cámara decorada con relieves de mapas, escudos y otros elementos que ayudan a la representación figurada del mismo, así como alberga un grupo escultórico sedente de los Reyes Católicos. El pedestal se eleva sobre tres escalones y exteriormente destaca en él la puerta de entrada a la cámara a través de un vano adintelado ubicado en la cara frontal, y cuatro bajorrelieves situados en las cuatro esquinas superiores que representan las cuatro civilizaciones previas al Descubrimiento: cristiana, egipcia, inca y maya. El monumento fue finalizado e inaugurado en el año 1929, y fue restaurado en 1981. Todo el conjunto alcanza los treinta y siete metros de altura, y es el resultado de las observaciones y calidad artística de la mencionada G.V. Whitney, la dirección técnica del francés M. Auliffe y la voluntad de aquellos ciudadanos norteamericanos que dieron a Huelva uno de sus monumentos más reconocidos y de mayor trascendencia en la identidad y la cultura del pueblo onubense.
Durante más de un siglo la «llama» colombina siguió estando presente en la sociedad onubense y, sobre todo, en las administraciones que se encargaron de enlazar el IV y V Centenario del Descubrimiento trabajando los espacios públicos, lo académico y lo artístico. Sirvió como base sobre la que se asentó el Plan Colón 92, apoyando la restauración de edificios tan importantes como el monasterio de Santa Clara de Moguer y la construcción de nuevos elementos conmemorativos y museográficos de notable apariencia en la actualidad, especialmente en La Rábida. Este es el caso del Foro Iberoamericano, el jardín botánico «Celestino Mutis» y el Muelle de las Carabelas.
El foro se encuentra en un espacio privilegiado de clara connotación americanista y con vistas a la confluencia del Tinto y el Odiel, la ría de Huelva, el Muelle de la Reina y el Monumento a la Fe Descubridora. Fue proyectado por los arquitectos José Álvarez Checa y Tomás V. Corbelo Ranero, entre los años 1988 y 1991, bajo el amparo de la Diputación Provincial de Huelva. Posee grandes connotaciones democráticas y culturales, palpable en elementos arquitectónicos y estilísticos como su forma (simulando un abrazo entre continentes) o la plaza pública (aparece simbolizado el mapa de Iberoamérica). Pese a tener la planta de los antiguos teatros griegos, se prefirió la denominación de “foro” por el carácter multifuncional que iba a tener el edificio, ya que tiene como principal premisa ofrecer a la población un espacio adecuado para la realización de todo tipo de actividades lúdicas y culturales.
Por su parte, el Muelle de las Carabelas se ha convertido en uno de los espacios colombinos más visitados y popularizados entre la población local y los visitantes, siendo uno de los sitios culturales con mayor número de visitas de Andalucía. Nace en el marco histórico y social fomentado por la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, concretamente se llevó a cabo como resultado del proyecto cultural dirigido por el Gobierno de España con dos objetivos primordiales: repetir el primer viaje colombino y fomentar la investigación sobre las tres naves descubridoras y todo lo que le rodeaba -astilleros, construcción naval, navegación y vida cotidiana de los marinos entre los siglos XV y XVI-. Estas labores de investigación comenzaron en el año 1983, ofreciendo unos resultados satisfactorios y permitiendo la construcción de la nao Santa María, y las carabelas Pinta y Niña o Santa Clara. El plan fue ejecutado bajo la dirección del Instituto de Historia y Cultura Naval con la colaboración de la Sociedad Estatal Quinto Centenario y la Armada Española.
Ambas conmemoraciones muestran la evolución del concepto del hito histórico y de los mecanismos de puesta en valor. Durante la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América se siguió apostando por el estudio y la divulgación científica, así como la trasformación de los espacios, pero con un mayor compromiso social, así como de conservación y mantenimiento de lo heredado. Se trata de una conmemoración más cercana a los estigmas sociales actuales que se centran en el hecho y no en el enaltecimiento, aunque a veces está irremediablemente fusionado. Esta línea es la que ha seguido trabajando las distintas administraciones públicas hasta hoy, y que sirven de modelo y contexto para entender el uso de esculturas, topónimos, azulejos y monumentos en los espacios público de los Lugares Colombinos.
3. Marinos, descubridores y exploradores. Los espacios públicos y su puesta en valor.
Los espacios públicos contienen una enorme connotación identitaria con especial importancia en su faceta social, cultural e histórica. Por ello, desde la antigüedad han tenido cierta jerarquía en la trama urbana de las ciudades. Este hecho ha incidido enormemente en la preocupación de distintas áreas del conocimiento con el fin de conocer, valorar y trasmitir su concepto, desarrollo y labor social. Desde los arquitectitos y geógrafos que desde un inicio se centraron en el desarrollo de la trama urbana, hasta los historiadores y antropólogos que pusieron de manifiesto su carácter y singularidad, los espacios públicos han sido objeto de estudio de diversas ramas de la sapiencia que permiten que hoy tengamos una visión completa y una actitud activa con aquellas plazas, calles, parques y lugares que elevan a la cisma la categoría de cualquier municipio y el sentimiento de propiedad de cualquier vecino.
Como resultado de la labor que se viene desarrollando desde décadas pasadas, las nuevas ciencias anexionadas a la sociedad del ocio del siglo XXI como son la cultura y el turismo han encontrado en los espacios públicos de las ciudades lugares donde desarrollar las nociones y fines de su labor y de sus creencias. La gestión cultural ha encontrado un territorio ideal para programar cultura, haciéndola más accesible, y para la puesta en valor del patrimonio, el legado y la identidad. Del mismo modo, el turismo lo utiliza como zona de interés para el visitante que ha resultado ideal para tiempos de pandemia. Los espacios públicos garantizan el acceso y disfrute de toda la población, es un bien democrático, son esenciales para el bienestar individual y social, ampara la colectividad y es un escenario ideal para la integración de colectivos e individuos, la puesta en valor del patrimonio cultural, histórico y artístico, el desarrollo de actividades culturales y de expresión de arte público.
Los Lugares Colombinos han aprovechado todas las connotaciones positivas de los espacios públicos para trabajar la identificación de su población con el hito histórico, así como para unir lazos con América. Además del citado Monumento a los Descubridores y el Monumento a la Fe Descubridora, en torno a los primeros años después del IV Centenario, Antonio Pinto Soldán esculpe en mármol la escultura de Martín Alonso Pinzón. En un primer momento fue realizada para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, aunque en el año 1945 se trasladó a la plaza Ramón Franco Bahamonde de Palos de la Frontera, frente al Ayuntamiento, siendo donada por la Diputación de Huelva. El navegante palermo aparece representado de cuerpo completo sobre pedestal, donde asoma el escudo nobiliario de la familia Pinzón. En 1976, Antonio León Ortega realiza una nueva efigie de Martín Alonso Pinzón en piedra caliza que, por petición del Ayuntamiento de Palos, debía mantener la misma composición (Franco Romero 2017: 225). Esta fue regalada por el pueblo de Palos de la Frontera a la ciudad de Bayona, donde arribó la Pinta al mando de Martín Alonso el 1 de marzo de 1493. Actualmente se encuentra en el paseo Pinzón de la ciudad gallega.
Martín Alonso Pinzón fue uno de los más relevantes marinos de la época y una pieza clave en el primer viaje colombino. Como ocurre con los hermanos Niño de Moguer, nace en el seno de una familia marinera y era un personaje de gran relevancia e influencia en el resto de marineros de la zona. Este influjo era transcendental para Cristóbal Colón, sabedor que, si lo convencía para su empresa, lograría un mayor apoyo y participación. Martín Alonso Pinzón marchó hacia América como capitán de la «Pinta» junto a sus dos hermanos, Vicente Yáñez y Francisco Martín Pinzón.
Ilustración 5. Escultura de Alonso Sánchez. Foto: Jesús Miguel Marchena
Años antes, concre-tamente en 1970, Antonio León Ortega realizó tres esculturas para La Rábida y Huelva. Para la capital ejecutó una efigie de Alonso Sánchez, navegante onubense que participó en el primer viaje colombino, usando la piedra artificial. El marino aparece de cuerpo completo sobre pedestal, sosteniendo en su mano izquierda un mapa enrollado, mientras que con la otra mano sujeta el timón. La efigie cumple con los cánones morfológicos de la obra del autor ayamontino. Fue sufragada por el Ayuntamiento de Huelva y, desde entonces, condecora la hazaña de este navegante en los Jardines de Alonso Sánchez de Huelva.
Para La Rábida realizó los bustos de Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena, también en piedra artificial. Ambos se encuentras en las inmediaciones del monasterio de Santa María de la Rábida, ataviados con las vestimentas propias de la orden seráfica y mirada al frente. Elevados sobre pedestal, tienen grabado en la parte inferior frontal: «Fr. JUAN PÉREZ» y «Fr. ANTONIO DE MARCHENA». Ambos frailes ayudaron a Cristóbal Colón, prestándole su apoyo ante los Reyes Católicos y ofreciéndole asilo. Es el padre Marchena quien, concretamente, introduce la idea de Colón en la corte. A ello se unirían posteriormente otros personajes relevantes como los duques de Medina-Sidonia o la abadesa del monasterio de Santa Clara de Moguer, Inés Enríquez.
Aparte de las esculturas, otro de los elementos más difundidos para la puesta en valor de personajes y acontecimientos en los espacios públicos son los azulejos y placas. En Moguer fue el primer recurso utilizado, enlazándolo con el cambio de topónimos de algunas calles de la ciudad. Entre 1984 y 1987 se colocaron tres azulejos a Fray Andrés de Moguer, primer cronista de los dominicos en Nueva España, Pedro Alonso Niño y Diego García de Moguer, descubridor del Río de la Plata. Son tres personajes de relevada importancia y relación con América. La tipología usada es un azulejo cerámico de pequeño formato ubicado en la calle que recibe el nombre de cada uno de ellos, estos no poseen rica ornamentación, pero en cambio, si una breve reseña histórica del personaje.
La conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América (1992) también impulsó las políticas culturales en los espacios públicos, más allá del citado Plan Colón 92 que impulsó la devolución de gran parte del patrimonio lapidado por el paso del tiempo, dio un contexto ideal para nuevos proyectos. En Huelva se inauguró la Fuente del V Centenario, obra de Pepe Noja y que se ubica en la Avenida Andalucía. Por su parte, en Palos de la Frontera se ubicó una réplica de la carabela Pinta de pequeño formato y realizada en metal. Curiosamente, esta pieza se realizó en el taller local de empleo «Promoción metal II». En cambio, en Moguer donde el IV Centenario tuvo escasa repercusión, se impulsaron dos monumentos, uno de homenaje a los marinos moguereños y otro a los hermanos Niño.
La primera está ubicada en pleno corazón del muelle de la Ribera, antiguo Puerto de Moguer, la escultura es un homenaje a todos los marineros del municipio que se aventuraron en la hazaña del viaje colombino. Está compuesto de una gran ancla sobre pedestal de hormigón. El muelle de la Ribera se recuperó para tal efeméride, tratándose de un espacio de vital importancia histórica para el pueblo de Moguer. Por su parte, el monumento a los hermanos Niño está realizado en acero corten que dan efecto de oxidación y que se conjuga con algunos elementos plateados. El autor, Juan Carlos Castro Crespo, pretende con esta pieza representar las velas de las carabelas, atestadas por el viento de la mar. Este conjunto sirve de rotonda y se encuentra circundado por una fuente perimetral sin surtidores que suele llenarse de manera natural con el agua de la lluvia. En la cara que mira hacia a la avenida Hermanos Niño, se encuentra una placa triangular que emerge sobre el suelo y contiene la siguiente inscripción: «A los Hermanos Niño, navegantes moguereños que hicieron posible el Descubrimiento del Nuevo Mundo. El Excmo. Ayuntamiento de Moguer en el 500 aniversario».
Ilustración 6. Busto de Fray Antonio de Olivares. Foto: Jesús Miguel Marchena
En el año 2005, se realiza un busto a fray Antonio de Olivares, moguereño fundador de la ciudad de San Antonio de Texas en los Estados Unidos de América. El fraile, también conocido como fray Antonio de San Buenaventura y Olivares, aparece en la relación de pasajeros que viajan junto a fray Nicolás de Angulo. En dicho documento, se describe brevemente al fraile moguereño, pelo oscuro y nariz afilada.
Ubicada en la plaza de San Francisco, junto al convento franciscano que vio florecer su devoción a Cristo, y a la entrada del Archivo Histórico de Moguer que recoge y difunde su labor en América.
Se trata de un busto de bulto redondo sobre pedestal de granito. El fraile muestra en hombro y cuello el hábito franciscano, así como luce cabeza rapada en la parte superior. Se trata de un retrato realizado al natural en el que su autor, Elías Rodríguez Picón, estampó su firma en el borde inferior de la esclavina.
Un año más tarde, coincidiendo con el 500 aniversario del fallecimiento de Cristóbal Colón, Alberto Germán Franco realizó dos imágenes del Almirante para Moguer y La Rábida. El primero se ubica en la plaza de las Monjas, junto al monasterio de Santa Clara, bien cultural colombino por excelencia. Realizado bajo los cánones clásicos, posee varias partes bien diferenciadas. Desde la parte inferior con doble fuente parte una columna de notable dimensiones, la primera mitad en bronce con las cuatro escenas talladas, y una segunda parte en piedra blanca, donde aparece tallado el escudo de Moguer, bajo él «1506-2006», y el escudo de la familia Colón. Finaliza la composición el busto de Cristóbal Colón realizado en bronce. El afamado Almirante gira su cuello mirando hacia el monasterio, en el afán de simbolizar el estrecho vínculo entre el Descubrimiento de América y la abadesa Inés Enríquez, y Cristóbal Colón y el monasterio de Santa Clara. Por su parte, la escultura de La Rábida preside los jardines exteriores del monasterio, y la sufragó el Ayuntamiento de Palos de la Frontera y la Real Sociedad Colombina Onubense. El almirante aparece sedente y con la mirada clavada en el monasterio franciscano, usando un esquema parecido que el de Moguer.
La última efigie de Cristóbal Colón en los Lugares Colombinos será la realizada por Elías Rodríguez Picón para Huelva en el año 2011. Es, quizás, la más representativa de todas. El Almirante aparece erguido sobre pedestal, ataviado con la vestimenta y los atributos propios, señalando hacia el mar. Sobre su cuello luce una medalla de la Virgen de la Cinta, patrona de la ciudad, y con su mano izquierda sostiene una bandera rematada con cruz parroquial. Sirvió como reanimador del americanismo en los espacios públicos, ya que en 2015 se realiza para Moguer una efigie de Pedro Alonso Niño, que aparece sedente, cabeza elevada y manos en la mesa, donde se encuentran un reloj de arena, el compás, la carta de navegación y el cuadrante. Todo el conjunto realizado en bronce. La intención del autor es reflejar a Pedro Alonso como el gran conocedor de los mapas y de los mares, la gran mente y guía del viaje descubridor. Al menos desde el punto de vista técnico.
Pedro Alonso era el piloto de la carabela Santa María en el primer viaje descubridor, algunos testigos lo citan como «piloto mayor». También participó en los viajes posteriores, incluido el tercero donde descubrieron la península de Paria, un éxito económico que catapultó las esperanzas de numerosas personas que se emprendieron a hacer las Américas a posteriori. Fue reconocido por la corona española con el título de piloto mayor, cuyo cargo consistía en llevar a cabo distintas expediciones para la Casa de la Contratación de Indias. Este puesto fue ocupado por algunos de los mejores marinos de la corona, destacando Américo Vespucio o Juan Díaz de Solís entre otros.
En el segundo viaje, aún sin el título de piloto real que le es otorgado en 1508, Pedro Alonso fue como «piloto mayor de las Indias». Además de la península de Paria, Pedro Alonso exploró por primera vez otros lugares que corresponden fundamentalmente con la costa venezolana. Este es el caso de la Isla Margarita, descubierta el día de la Asunción de la Virgen María (15 de agosto de 1498), así como en 1500 descubrió junto a Cristóbal Guerra las salinas de Araya. Por último, las Antillas Menores, halladas en el segundo viaje colombino en el que Colón y su tripulación llegaron a las costas del Caribe.
Ilustración 7. Pedro Alonso Niño. Foto: Jesús Miguel Marchena
Por último, en 2019, Paco Parra realiza un nuevo monumento conmemorativo de Martín Alonso Pinzón para Palos de la Frontera. Este fue situado en la plaza Pilar Pulgar.
4. Conclusiones
- La identidad colombina sigue muy presente en estos lugares que vivieron los preparativos y la vuelta con la afable noticia.
- Las esculturas, placas y toponimia de los espacios públicos son uno de los mecanismos más importantes y determinativos en la puesta en valor de un hito y de sus personajes.
- Los Lugares Colombinos llevan usando este método desde hace más de un siglo, el resultado es una población participativa, implicada y conocedora.
- Los espacios públicos bien utilizados pueden ser museos de arte, libros de conocimientos y escenarios ideales para el desarrollo de la cultura y el patrimonio.
- Existe una evolución conceptual e identitaria entre el inicio de estas políticas culturales en 1892 y las actuales. Varia su fin y, por lo tanto, los valores con el que es concebido cada uno de los proyectos.
- El turismo se ha convertido en una de las principales preocupaciones políticas, esto ha acentuado la involucración por «vender» la Huelva colombina, impulsando todo tipos de mecanismos. Respirar el hito en cualquiera de sus rincones.
- Destacar la importancia de los topónimos, son numerosas las calles, plazas, parques y edificios municipales que llevan por bandera el nombre de los marinos descubridores, las carabelas y otros personajes relacionados con América. Esto mantiene viva la pertenencia en la memoria colectiva.
- En numerosas ocasiones, transcendiendo las fronteras locales. Encontramos calles y elementos que dan presencia a estos personajes en el resto de Andalucía, España y América.
- La Rábida ha sido hasta hoy el epicentro del movimiento colombino, generando un complejo turístico, cultural y académico inexistente hace un siglo atrás.
- En definitiva, nos encontramos ante elementos de identidad y memoria histórica que la sociedad absorbe, conoce y valora, y que por ende comenzamos a considerarlo patrimonio. Alejándonos de los tintes políticos y coyunturales, debemos entenderlos en su contexto y en su forma y, sobre todo, en su valor localista y en su proyección como elemento de unión entre las distintas cultural y visiones sobre el hecho histórico y el legado.
Bibliografía
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